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Hemos llegado a 2021 para comprobar que los coches no vuelan, pero nosotros sí. Si antes la vida era dos días, ahora son dos clics… La sensación de que el tiempo nos pisa los talones y no hacemos lo suficiente es general.

Por eso no es de extrañar que, en este mundo terrible- mente fast en el que nos movemos, salga una corriente slow en todo aquello que merece la pena. Frente al culto a la velocidad, aparece otro que apuesta por tomarse las cosas con más calma, que parece que nos hemos vuelto un poco locos. Dame una S de Sustainable, otra L de Local, O de Organic y W de Whole. Y lo tenemos: SLOW.

Primero fue el slow living, una llamada a disfrutar del camino además de la meta y a replantearnos cómo vivimos y consumimos. De ahí nacen el slow food, el slow fashion y, oh sí amigos, el slow home.

Pero, ¿cómo y cuándo nace el concepto Slow Home?

Slow home es un movimiento fundado en Calgary por John Brown, Caria van Olm y Matthew North, allá por el 2006, como una respuesta a las prácticas arquitectónicas más que cuestionables llevadas a cabo por el modelo de construcción predominante en las décadas pasadas. Y busca priorizar reducir el impacto medioambiental a la vez que hace la vida más fácil y confortable a los habitantes de la vivienda.

Y sí, ya sabemos que la realidad que vivimos suele estar muy lejos del ideal, pero está bien tenerlo presente, porque también propusieron unos principios para aplicar esta filosofía al diseño residencial:

Diseñados ad hoc: más allá de grandes proyectos que replican un molde a gran escala, se trata de estudiar bien la zona y las características del entorno para ofrecer una solución personalizada. Además, contando con materiales y fabricantes cercanos para hacer comunidad y reducir el impacto ecológico de la manufactura y transporte lejano. Pensar la casa a fuego lento y tener muy presente quién y cómo va a vivir la casa.

Tamaño optimizado y espacios diáfanos: calidad de metros sobre cantidad. Un diseño optimizado para una casa de menores dimensiones conseguirá sacar más partido y garantizará más confort que una más grande peor diseñada.

Se apuesta por espacios luminosos conectados al exterior, con diseños modernos que huyan de habitaciones oscuras, largos pasillos y estilos de otras épocas de supuestos materiales “elegantes”.

Ecológicas: respetar el lugar en el que se construye para no provocar un gran impacto, lo cual puede incluir renovar y mejorar casas ya edificadas. Es tanto incorporar sistemas de eficiencia energética, aberturas para captar el sol, muros bien aislados que mantengan el calor, ahorro de agua, como ofrecer un interior natural.

Casas sanas: construir con materiales naturales y transpira- bles, de modo que ayuden a ventilar de forma natural y conseguir una temperatura y humedad adecuadas. Y hacer un uso más sano de los espacios. Por ejemplo, no hacer que nuestra tele sea el foco de atención de nuestro salón, de modo que deje espacio a conversaciones y juegos más analógicos; convertir nuestro dormitorio en un oasis simplificando al máximo los elementos que tenemos en él, con especial énfasis en minimizar los tecnológicos; llevar el orden a nuestro cuarto de baño con cestas para la ropa sucia, cajitas para cremas, decorarlo con plantas…

En general, tener más presente que nunca que nuestro hogar es nuestro templo y refugio, donde podamos respirar y, al menos en él, recordemos que de vez en cuando hay que respirar todo lo slow que podamos.

Redacción: Ana Carabás


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